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Afganistán: La caída de Kabul. ¿Y ahora qué?

Mayte Carrasco

Mayte Carrasco

Periodista especializada en conflictos armados.

Decía el filósofo alemán Osward Spengler ya a principios del siglo XX que la historia hay que interpretarla, no basta con enumerar unos hechos tras otros. Por ejemplo, se puede contar el acontecimiento de la muerte de César, pero no se puede entender sin explicar cómo era la vida en Roma y el momento histórico, social y cultural del Imperio Romano. De igual modo, no se puede contar la caída de Kabul en manos del gobierno talibán sin interpretar el momento geopolítico que se está viviendo en Afganistán, en la región y en el mundo.

Como prólogo les comento que he estado en Kabul varias veces; que he contado el país en reportajes, crónicas, artículos académicos, una Serie Documental de cuatro capítulos para ARTE, NDR y Al Jazeera, e incluso en la ficción en el libro “La Kamikaze” (2012, ed La Esfera), donde hablo de la realidad de los escuadrones de la muerte que existieron en Afganistán. Como resultado de todo este gran esfuerzo intelectual puedo decir que, aunque llegue a comprender y amar a los afganos y afganas, nunca alcanzaré a predecir su modo de hacer política y mucho menos adivinar qué pasará en el país. Y mucho menos en esta nueva era geopolítica en la que estamos entrando.

En pleno agosto y con la plana mayor de líderes, diplomáticos y soldados de vacaciones, la rápida capitulación del gobierno de Ashraf Ghani y la aceleración del caída de Kabul pilló a la población afgana por sorpresa. Los talibanes conquistaron ciudad tras ciudad sin derramar una gota de sangre y tomaron el control del país.

Unas mujeres afganas pasan por delante de un salón de belleza cerrado en Kabul, Afganistán, el 11 de septiembre de 2021. Desde que los talibanes se hicieron con el control de Kabul, se han eliminado o tapado varias imágenes en las que aparecen mujeres en el exterior de los salones de belleza.

Unas mujeres afganas pasan por delante de un salón de belleza cerrado en Kabul, Afganistán, el 11 de septiembre de 2021. Desde que los talibanes se hicieron con el control de Kabul, se han eliminado o tapado varias imágenes en las que aparecen mujeres en el exterior de los salones de belleza. © AP Photo/Bernat Armangue

El futuro de Afganistán

¿Cuál va a ser ahora el futuro de Afganistán? Nadie lo sabe. Lo único cierto es que el nuevo gobierno talibán promueve la censura, la dictadura y el fin de los derechos fundamentales de libertad de expresión, prensa e igualdad de género, así como la práctica del matrimonio forzado y el abuso sexual que supone para millones de adolescentes el resto de su vida; y todo amparado por el Estado. Llega de nuevo la Sharia, la ley islámica, impuesta con la mayor dureza y rigurosidad con la que pueda entenderse e interpretarse, a través de la violencia, la brutalidad, el machismo más feroz y los valores religiosos más fundamentalistas del mundo.

¿Qué darán a cambio los talibanes? Seguramente lo único por lo que se entró en el país: tranquilidad entorno a la amenaza terrorista. Aunque en este sentido el escepticismo sea tan absoluto como natural. Las razones que llevaron a la invasión de Afganistán tras los atentados del 11-S, la muerte de Bin Laden y el control del yihadismo, no solo no se han cumplido: los efectos han sido contrarios y contraproducentes. Al Qaeda no ha desparecido sino que se ha extendido a Sahel; y, debido a las revoluciones árabes y la guerra de Siria, nació un grupo aún más brutal llamado Daesh o Estado Islámico, valedor de la soñada “Yihad sin fronteras” de Al-Zarqawi. Ni que decir cabe que esta derrota de ISAF (la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad) insufla un entusiasmo inusitado entre las filas de los futuros yihadistas, que ven en ella una similitud con la que sufrió la URSS en 1989.

Un combatiente talibán controla a una multitud que espera para retirar dinero de una sucursal bancaria en Kabul, Afganistán, el 12 de septiembre de 2021.

Un combatiente talibán controla a una multitud que espera para retirar dinero de una sucursal bancaria en Kabul, Afganistán, el 12 de septiembre de 2021. © AP Photo/Bernat Armangue

Entre las razones de este naufragio de veinte años de tutela en el país, cabe añadir primero la falta de recursos necesarios, militares y humanos para terminar una misión de ISAF; pero contra la narrativa a ese discurso pesimista que se escucha todavía estos días de que “nada valió la pena”, no se puede negar que hay clínicas y escuelas en zonas remotas donde antes no existían; que hay acceso a la educación y una nueva generación de cineastas, activistas, periodistas, funcionarios y funcionarias, que nacieron con un móvil en la mano y que no van a poder soportar la oscuridad impuesta de una dictadura talibán. 

No podemos dejar de mencionar en segundo puesto la corrupción y el desvío del dinero ajeno que se ha llevado muchos de los esfuerzos económicos en manos de Señores de la guerra o incluso traficantes. Y, en tercer lugar, la conocida fractura étnica (entre pashtunes, tadjikos, ukbekos, hazaras), cuyas respectivas facciones se enfrentaron a muerte por el poder ya en la guerra civil que asoló el país de 1992 a 1996. 

Unos trabajadores imprimen a mano banderas talibanes en un pequeño taller en el mercado de Kabul, 12 de septiembre de 2021.

Unos trabajadores imprimen a mano banderas talibanes en un pequeño taller en el mercado de Kabul, 12 de septiembre de 2021. © AP Photo/Bernat Armangue

 

Un país a la deriva

Entre la población afgana cunde el terror, pero también el hartazgo de la violencia y de falsas promesas. Los personas afganas llevan cuatro décadas de conflictos y varias diásporas. Todas las transiciones políticas desde 1972 hasta hoy han sido violentas. La última era dorada de paz y prosperidad fueron bajo el reinado del Rey Zahir Sha; pero desde que fue derrocado por su cuñado Mohammad Daoud Kahn y desterrado a Roma en el 72, comenzaron las calamidades. A partir de ahí, el país ha sufrido turbulencias y guerras sin fin, comenzando con dos golpes de Estado comunistas y de ejecuciones masivas de opositores y sobre todo de Islamistas, que se alzaron en armas en 1979 para comenzar una guerra civil y defender a Dios frente al comunismo. Fue, en ese momento, cuando la Unión Soviética decidió intervenir de forma rápida, pero resultó una trampa mortal de la que solo pudieron salir diez años después.

La historia se repite ahora con la salida de las tropas norteamericanas y las europeas que quedaban sobre el terreno. Hoy la población afgana vuelve a estar sola y entra en un nuevo capítulo incierto de su historia. ¿Para qué vinieron a salvarnos en el 2011?, se preguntan. ¿Sabrán los talibán permanecer unidos o habrá luchas internas por el poder? Porque hace solo un año se estaban matando entre ellos en rencillas por el liderazgo en Herat. ¿Competirán el Daesh o Al Qaeda por el territorio? ¿Será un destino yihadista y de radicales para el mundo entero? Y por último, ¿qué va a pasar con los miles de afganos y afganas que todavía quieren salir del país? Interrogantes sobre un país de nuevo a la deriva, que otra vez parece no importar.

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