Juan Ignacio Cortés (@JuanICortes)
Colaborador de Amnistía Internacional
- mayo 30, 2022
- Por Amnistía Internacional
Vivimos un tiempo en el que sentimos que nos faltan referentes de ideas y personas que orienten nuestro comportamiento como individuos y como sociedad. Pero ha habido muchas mujeres y hombres clave en la historia que modificaron el curso de los acontecimientos y dejaron una huella positiva en el mundo, como fue el fundador de Amnistía Internacional, Peter Benenson.
“Abrid el periódico cualquier día de la semana y encontraréis una noticia de cualquier parte del mundo sobre alguien que ha sido detenido, torturado o ejecutado porque sus opiniones o su religión son inaceptables para su gobierno. Son unos cuantos millones de personas encarceladas, y el número continúa creciendo. Leyendo el periódico se tiene un desagradable sentimiento de impotencia. Sin embargo, si estos sentimientos desagradables de todo el mundo se pudieran unir en una acción común, se podría hacer alguna cosa efectiva”.
Así comenzaba el artículo Los presos olvidados, firmado por el abogado británico Peter Benenson y publicado en The Observer el 25 de mayo de 1961. Acababa de nacer Amnistía Internacional. Como es lógico, la concepción de la organización había comenzado algunos meses antes.
Artículo “Los presos olvidados” firmado por Peter Benenson
Imaginen la escena: Un hombre bien vestido y con una educación refinada lee el periódico en el metro de Londres. A punto de cumplir 40 años, nuestro hombre es un abogado de cierto renombre, nacido en el seno de una familia judía.
Peter Benenson había recibido una educación exquisita –uno de sus tutores fue el poeta W. H. Auden y se formó en Eton y Oxford, los más exclusivos centros educativos británicos–, tenía profundas inquietudes y convicciones políticas y espirituales, y conocía de cerca lo que que es el dolor, tras la pérdida de su padre a los nueve años de edad.
Además de todo ello, es un hombre de acción: en 1937, con 16 años, recaudó fondos para atender las necesidades de los huérfanos de la Guerra Civil en España; en 1950 vino como observador en juicios de sindicalistas españoles y, en 1957, formó parte del colectivo de abogados fundadores de Justice, la sección británica de la Comisión Internacional de Juristas, una ONG internacional de defensa de los derechos humanos que hace campaña en favor de reformas legislativas que garanticen su respeto y salvaguarda.
La lucha de un solo hombre no vale nada
Una noticia capta especialmente la atención de este hombre al pasar las páginas del diario: la condena a siete años de prisión de dos estudiantes portugueses por haberse atrevido a brindar por la libertad en un céntrico restaurante de Lisboa, desafiando los principios del Estado Novo, el régimen autoritario de António de Oliveira Salazar.
La indignación le domina. ¿Cómo puede ser que dos jóvenes estudiantes sean encarcelados durante siete años por un simple brindis? Se baja del metro y entra en la iglesia de Saint Martin in the Fields, situada en Trafalgar Square y una de las más emblemáticas de Londres. Allí, explicará después, reza “a todos los dioses de todos los mundos”. Reza y se pregunta qué puede hacer por esos estudiantes. Es consciente de que “la lucha de un solo hombre no vale nada”.
Sin embargo, Peter Benenson no se deja atrapar por la impotencia y la desesperanza. Tiene contactos, inteligencia y formación, y sabe cómo utilizar todo eso. Durante las siguientes semanas se mueve, y mucho. Llama a conocidos, discute, suma voluntades, planifica, organiza…
Esa actividad casi febril le permite anunciar en su artículo la puesta en marcha de la campaña Llamamiento por la amnistía 1961 –”resultado de una iniciativa de un grupo de abogados, escritores y editores de Londres” explica “para pedir la puesta en libertad de lo que denomina presos de conciencia”. Es decir: “Cualquier persona que esté físicamente limitada (encarcelada o por otro motivo) a la hora de expresar (verbalmente o de otra forma) cualquier opinión que ella misma honestamente mantenga y a través de la cual no defienda o justifique violencia personal”.
Y es que la propuesta de Benenson va mucho más allá de una mera declaración firmada por intelectuales. Tiene una sólida base teórica –una precisa definición de la figura del preso de conciencia– y material –una oficina que “mantendrá regularmente conferencias de prensa, enfocando la atención sobre prisioneros de conciencia, seleccionados con imparcialidad y de diferentes lugares del mundo. Y proporcionará información objetiva a cualquier grupo, existente o nuevo, de cualquier lugar del mundo, que decida colaborar en un esfuerzo especial a favor de la libertad de opinión o de religión”–.
“Benenson abre las puertas de la campaña a toda la sociedad. Toda persona o grupo podrá incorporarse a la campaña ‘si está dispuesto a condenar la persecución, independientemente de dónde se produzca, quién sea el responsable o cuáles sean las ideas reprimidas’”
El artículo contiene incluso el anuncio de la publicación de lo que podría considerarse el primer informe anual de Amnistía Internacional, Persecución 1961, un libro que recoge las historias de “nueve hombres y mujeres de diferentes países, de diferentes actitudes políticas y religiosas, que han sufrido encarcelamiento por expresar sus opiniones”.
Benenson abre las puertas de la campaña a toda la sociedad, asegurando que su éxito dependerá de “hasta qué punto es posible animar a la opinión pública”. Toda persona o grupo podrá incorporarse a la campaña “si está dispuesto a condenar la persecución, independientemente de dónde se produzca, quién sea el responsable o cuáles sean las ideas reprimidas”.
El artículo termina afirmando su fe en la utilidad de la movilización ciudadana: “la experiencia demuestra que hay direcciones que los gobiernos están dispuestos a seguir si es la opinión pública quien las lidera. La presión de la opinión comportó hace 100 años la emancipación de los esclavos. Es el momento de pedir la libertad del espíritu, la misma que se ganó entonces para el cuerpo”.
Del Llamamiento por la amnistía a Amnistía Internacional
El Llamamiento por la amnistía 1961 es un éxito. Ese mismo año establece oficinas, además de en el Reino Unido, en Alemania Occidental, Países Bajos, Francia, Italia y Suiza. Todo ello gracias a un magro presupuesto de 1.667 libras y, claro, el entusiasmo y compromiso de sus promotores. En 1962 se abren delegaciones en Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Grecia, Australia, Irlanda y Estados Unidos y se adopta el nombre de Amnistía Internacional. Un año más tarde se establece en Londres el Secretariado Internacional y, en 1964, Peter Benenson es nombrado primer presidente, aunque renunciará pocos años después debido a su mala salud.
Amnistía Internacional va ampliando su campo de acción y pasa a ocuparse de casos de tortura, desaparición forzada, pena de muerte… En 1977, en su defensa de los derechos humanos, es reconocida con el Premio Nobel de la Paz.
Aunque Peter Benenson no está en el día a día de la organización, sigue muy de cerca su evolución. En su 25 aniversario, el abogado tiene otra iluminación (nunca mejor dicho) clave para definir la imagen pública de Amnistía Internacional. Acude de nuevo al pórtico de Saint Martin in the Fields y allí, inspirado por el proverbio chino que dice “más vale encender una vela que maldecir la oscuridad“, enciende una vela rodeada de alambre de espino.
“La vela no arde por nosotros, sino por quienes no hemos podido rescatar de prisión, por quienes fueron tiroteados de camino a la cárcel, por quienes fueron torturados, por quienes fueron secuestrados, por quienes desaparecieron.”
Peter Benenson
A continuación pronuncia las palabras en las que millones de personas de todo el mundo han encontrado inspiración para luchar por los derechos humanos: “La vela no arde por nosotros, sino por quienes no hemos podido rescatar de prisión, por quienes fueron tiroteados de camino a la cárcel, por quienes fueron torturados, por quienes fueron secuestrados, por quienes desaparecieron”.
El hombre que se indignó al leer en el metro la noticia de la condena de dos estudiantes portugueses nunca dejó de trabajar por los derechos humanos y, pese a tener siempre presente el dolor y el sufrimiento que existe en el mundo, siempre creyó en la humanidad. “He aprendido a ver la grandeza espiritual de la gente detrás de cada sufrimiento”.
Benenson falleció el 25 de febrero de 2005 a los 83 años de edad. La entonces secretaria general de Amnistía Internacional, Irene Khan, le despedía elogiando “su compromiso visionario de lucha contra la injusticia en el mundo. Él sacó a la luz la oscuridad de las prisiones, el horror de las cámaras de tortura y la tragedia de los campos de exterminio de todo el mundo. Era un hombre cuya conciencia brilló en un mundo cruel y aterrador, y que creyó en el poder de la gente corriente para cambiar las cosas. Creando Amnistía Internacional nos dio la oportunidad a cada uno de nosotros de ser diferentes”.
Ojalá todas las personas sepamos encontrar, cada día, la manera de darle la razón a Peter Benenson.
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