Taima Dehni Samani y Belén García Gómez
Equipo de Migración y Refugio de Amnistía Internacional España
Yo no soy racista, pero son delincuentes, nos quitan nuestros puestos de trabajo… Cuántas veces habremos escuchado este tipo de frases, y cuántas más siendo racializado. Nos encontramos con tres activistas antirracistas: la ecuatoguineana Desirée Bela y los exiliados Sidi Talebbuia y Okba Mohamed. Ellos y ella serán quienes nos hablen del racismo y de cómo podemos avanzar hacia un mundo sin él.
La escritora y activista afrofeminista y antirracista Desirée Bela se ríe al escuchar la frase. Afirma que a veces es mejor desconectar por su propia salud mental cuando estos discursos comienzan, porque esconden todo lo contrario a lo que pueden decir. “Cualquier frase que empiece con Yo no soy racista, pero… es una confirmación de que sí se es racista. A la que pones una conjunción adversativa, estás negando lo que acabas de decir”. Y es que, al final, terminas por admitir lo que no querías en un inicio. Acabas diciendo: “Yo no soy racista, pero sí que lo soy”.
“¿Acaso les conoces a todes?”. Así responde Sidi Talebbuia, abogado experto en Derecho Internacional Privado y de origen saharaui. Sidi pasó los primeros 10 años de su vida en un campamento de refugiados. “Nací allí porque mis padres huyeron de la invasión marroquí sobre el Sáhara”. Y es que, en el verano de 1997, fue acogido por una familia sevillana y permaneció en España a partir de ese momento. Con el tiempo estudió y se convirtió en el jurista que actualmente es, pero siempre con una etiqueta que nunca escogió: refugiado. “Obviamente no pude elegir. Ser refugiado o no serlo es algo que uno no puede escoger. Por azar, naces en un sitio u otro y, simplemente, es lo que te toca”.
Simplemente por nacer en otro lugar, apenas a unos kilómetros de una frontera o en la otra punta del mundo, te conviertes en un tanto peligroso. Okba Mohammad, periodista sirio que, debido a la guerra en su país, lleva 3 años residiendo en Madrid, al pasear por su barrio no puede evitar ver cómo se discrimina a la gente racializada. “A diario la policía para gente racializada para cachearla y pedir sus documentos”. Y si las detenciones sin pruebas son cuestionables, peor es cuando entra en juego la violencia. “El otro día un grupo de policías pararon a un chico negro de manera muy violenta. Uno de los agentes le puso el codo en su cuello mientras le decía: ¡no te dejo respirar!”. ¿El por qué? “Tienen un perfil sospechoso”.
Rasgos diferentes son suficientes para asociar ciertos estereotipos a toda una comunidad. Entre ellos, estigmas como la delincuencia, aunque no se corresponda con las tasas de criminalidad. No se da la oportunidad de conocer a quien se encasilla, tal y como dice Sidi. “Tendemos a homogeneizar a todo un colectivo cuando no hay dos personas iguales. Ni siquiera las hay en una misma familia”. Todo sin dar la oportunidad de demostrar quienes son más allá de un tópico marcado.
Desirée Bela, escritora y activista afrofeminista y antirracista. @EstefaniaBedmar
Yo no soy racista, pero es que no lo hago adrede
“Cuando empecé a entender cómo funciona el mundo blanco, me di cuenta de que muchas cosas son racistas, pero la gente no es consciente de ello”, explica Okba. Si vemos más allá de violencia física o verbal, que es más visible, descubriremos muchos más actos y detalles discriminatorios. Desirée es muy clara. Lo que parece un festivo por celebrar, siguen siendo “fiestas populares en las que se ridiculiza y humilla a las personas de otros grupos raciales, como las fiestas de moros y cristianos o con el black face en la cabalgata de los reyes”. En estas y más, se sitúa en un escalón inferior a los racializados como malvados o simples disfraces.
Todo ello se traduce en una herramienta que utilizamos diariamente y a la que apunta Desirée: el lenguaje. “Lo que hace es perpetuar las realidades existentes y acabamos nombramos en función de la imagen que se ha construido sobre determinadas cuestiones”. Por ejemplo, con las personas negras. “Alrededor del lenguaje hay una serie de cuestiones relacionadas negativamente con lo negro. Dinero negro, trabajo negro… por solo hablar de algunas expresiones porque hay muchísimas más”. Expresiones que continúan de forma indirecta con los estigmas ya creados.
Sin embargo, cada una de estas palabras no tienen nada de inofensivo. Es por ello que Desirée rehúsa denominarlos microrracismos. “El prefijo micro no me gusta por el impacto que estas discriminaciones y opresiones tienen sobre las personas que las vivimos”. En cambio, dirige la mirada a un racismo mucho más arraigado, legitimado y sistemático: el racismo cotidiano.
Yo no racista, pero es que estos son blancos como nosotros
“Este proceso ha demostrado que había y hay otra forma de hacer las cosas”, sentencia Desirée. Hace unos meses, la invasión rusa de Ucrania derivó en la salida de personas refugiadas ucranianas hacia toda Europa. Los países europeos las acogieron pero ¿y aquellas que estaban en lista de espera? Como la activista reclama, hay otras personas de otros lugares que están en situación de conflicto desde hace mucho tiempo que solicitan refugio o asilo y que se les niega sistemáticamente. Y, de repente, se desata todo este conflicto en Europa. “¿Ahora a estas personas sí? Pues al resto también, ¿no?”.
Tal vez la mayor diferencia se crea desde los países de acogida. El llamado “discurso del miedo” que busca justificar la distinción entre entre personas refugiadas según su origen con frases como la que nos apunta Desirée “estamos hablando de personas como nosotros”. O estrategias de comunicación como cuenta Sidi “a la hora de comunicar la llegada de inmigrantes del sur global, la imagen más divulgada es la de inmigrantes saltando la valla de Melilla. Eso transmite esa sensación de invasión o asalto. Pero los registros son muy claros. La mayoría de la población migrante irregular que llega a España lo hace por aeropuerto, gente con visado de turista. Pero discursivamente no tiene capacidad para generar odio”.
Sidi Talebbuia, abogado experto en Derecho Internacional Privado. © Paco Ruano
Con el caso de Ucrania, “¿cómo justificas el doble rasero? Diciendo que son personas igual que nosotros y nosotras, que se van a integrar con mucha facilidad, que van a ser absorbidas. Es el discurso populista, el discurso sencillo” afirma Sidi. Sin embargo, lo que se termina por demostrar es la idea de que la integración implica la disolución de quienes son. “Muchos entienden la integración con llevar un plato de jamón en la mano e ir de fiesta. Lo que se quiere es homogeneizar a la sociedad sin respetar otras formas de ser. Es por eso que se rechaza a la persona refugiada que es más diferente”, ejemplifica Okba. Con estos discursos y estrategias, la imagen que se crea es que existen personas refugiadas de primera y de segunda, aquellas que podrían formar parte de nuestra sociedad, y las otras que tendrían problemas haciéndolo, suponiendo un peligro para nuestra sociedad.
Y es que, al final, lo que se manifiesta es una empatía selectiva. Como el periodista denuncia “cuando es un país de blancos considerado europeo todo el mundo quiere ayudar, todo el mundo quiere acoger, pero para otros pueblos no hemos visto la misma solidaridad y acogida, por desgracia”. Una crítica que no busca favoritismos sino un trato igualitario. “Nosotros no estamos en contra de que se acoja a las personas refugiadas ucranianas. Hemos vivido la misma situación y hemos sufrido lo mismo. Por tanto, empatizamos más que nadie con estas personas”, aclara Okba.
Yo no soy racista, yo me reviso
¿Y cómo se combate el racismo? Haciendo una revisión, empezando desde nosotros y nosotras mismas, cuestionando las ideas que tenemos sobre la otra persona y deconstruyendo esos conceptos. “¿Por qué siempre se les pide a las personas racializadas que hablen de su éxito, que demuestren que no son delincuentes o que son igual de válidas que las demás personas?”, se cuestiona Okba. “Las personas racializadas siempre hablamos de que las personas inmigrantes están avanzando, han tenido éxito, tienen buenas historias, pero parece que siempre necesitamos justificar nuestra existencia”.
Sin embargo, no podemos hablar de racismo sin enlazarlo con el colonialismo y el imperialismo, puesto que su raíz radica en estos. Este es el motivo por el que hace falta una revisión de la historia, tal como comenta Desirée. “Yo creo que es necesario un proceso de revisión profunda. La aceptación de un pasado colonial, fuente de la desigualdad que existe hoy en día, que fomenta el colonialismo junto con el capitalismo galopante que generan una serie de desigualdades que nos tienen hoy donde estamos. Es tanto trabajo, que hay mucho que revisar”.
Esto incluye cambiar la mirada que tenemos del colonialismo y hablar de sus consecuencias. Por ejemplo “dejar de hablar del descubrimiento de América, dejar de hablar de la colonización en términos políticos e históricos por lo que supuso en realidad para los territorios colonizados”, nos cuenta Desirée. Ello se logra incluyendo las perspectivas de las personas racializadas. De esta manera, opina la activista” toda la gente gana porque tenemos más modelos, más referencias, nos acercamos a otra forma de ver y hacer las cosas”.
Los y las activistas lo tienen claro, la clave está en la educación. “Es lo que necesitamos todas, educación antirracista”, comenta Desiree. Y a partir de ahí, avanzar. Sidi coincide con Desirée en que “cuanto más formada esté una sociedad, más difícil es que calen discursos de odio. Tiene más capacidad para contrastar las fuentes y la intención de un discurso u otro”.
Okba Mohammad, periodista sirio. © Muhammed Subat
Yo no soy racista, yo actúo
Yo no soy racista. ¿Es suficiente? La respuesta es: no. No basta con no ser racista, coinciden Desirée, Sidi y Okba. Además, hay que ser antirracistas y, para ello, hay que actuar. “Aquellos no racistas no lo dicen, actúan”, afirma Desirée. “Una persona que realmente entiende las profundidades, las raíces y los fundamentos del discurso antirracista, no va a decir que no es racista, sino que va a significarse como antirracista y lo demuestra yendo a las manifestaciones, señalando a estas otras personas, difundiendo contenido de discursos antirracistas en redes sociales, formándose, leyendo y aprendiendo”.
Actuar implica hacer un esfuerzo mayor, sobre todo, cuando se trata de personas blancas que no sufren esta clase de discriminación. “Hay quien tiene que cargar con una mayor proporción de responsabilidad a la hora de educarse en antirracismo, y son las personas blancas”, explica Desiree. ¿Por qué? “Porque son las personas que se benefician de un sistema por y para ellas y, por ende, tienen que hacer un esfuerzo mayor para contribuir a desmantelar este sistema”.
Contra los discursos xenófobos y racistas hay que actuar contrastando el discurso, afirman los y la activista. Y esto se hace de muchas maneras. Una de ellas, según Okba, es a través del periodismo y los medios de comunicación. Para ello es necesario cambiar la forma de tratar con la gente refugiada o racializada porque los medios se basan principalmente en fuentes de la administración y hablan de las personas racializadas o por ellas, terminando por deshumanizarlas. Es decir< “hablar directamente con las personas racializadas y escucharlas, porque tienen mucho que decir, es una manera de cambiar los discursos”, opina Okba.
Por otra parte, “el racismo institucional hay que erradicarlo desde dentro, trabajando para cambiar la norma”, nos aclara Sidi. Para el jurista, la fórmula idónea sería “con las normas, cambiando las prácticas y formando al personal de las instituciones”. Ahora, tal vez sea el momento de conseguirlo. Con la posible Ley Integral para la Igualdad de Trato y la No Discriminación, Sidi asegura que podría ser una manera de avanzar. Eso sí, hay que ser prudentes. “Si se quiere hacer una Ley contra el Racismo, se debería hacer de forma transversal, entre todas las estructuras y normativas”.
Y para que todo esto sea posible es muy importante la concienciación. “Hacen falta campañas como esta”, afirma Sidi. “Sensibilizar, hacer visible un problema como el racismo para que, una vez se haga, se pueda enmendar”.
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