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“Este es mi hogar, y nunca me iré de aquí”: Desplazamiento forzado de población palestina por parte de Israel

Por Amnistía Internacional

Por Amnistía Internacional

Israel lleva décadas confiscando tierras palestinas y demoliendo viviendas palestinas, en muchos casos para habilitar espacio para la construcción y expansión de asentamiento israelí ilegales en la Cisjordania ocupada.

Desde octubre de 2023 se ha registrado un notable aumento del desplazamiento forzado de población palestina en la Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Oriental, y en la Franja de Gaza ocupada, donde Israel ha sometido a desplazamiento forzado a la mayoría de la población y recientemente ha amenazado con apropiarse de forma permanente del territorio y someter a la población a traslado forzoso o deportación.

En enero de 2025, un tribunal israelí ordenó el desalojo de 27 familias de sus viviendas en Batn Al Hawa, en la localidad de Silwan, en la Jerusalén Oriental ocupada, a consecuencia de una demanda presentada hace un decenio por la organización de colonos israelíes Ateret Cohanim, que sostiene que la tierra es propiedad legítima de un fondo fiduciario judío.

El 15 de mayo es el Día de la Nakba, en el que se conmemora la fecha en que cientos de miles de personas palestinas fueron expulsadas de sus hogares o se vieron obligadas a huir en el territorio que se convirtió en Israel en 1948. El derecho a regresar se les sigue negando hasta hoy.

En este Día de la Nakba, Zuheir Rajabi, cuya familia es una de la que han recibido la orden de evacuar Batn Al Hawa en el plazo de seis meses, relata su experiencia como palestino que se enfrenta al desplazamiento en Jerusalén

Mi pedacito de cielo

Mi casa en Batn Al Hawa, aunque modesta y vieja, ocupa un lugar muy querido en mi corazón. Es la casa en la que nací y crecí. Mi abuela compró esta casa en 1966 después de mudarse con sus hijos —mi padre y mis tíos— desde el barrio de Al Sharaf, en la Ciudad Vieja, hoy conocido como Barrio Judío. En esta casa, mi padre se casó y yo nací. En ella di mis primeros pasos, y después los dieron mis hijos. Generación tras generación, mi familia amplió la casa. Hicimos el trabajo con nuestras manos, con nuestro sudor. También nos parece una bendición porque desde nuestra terraza podemos ver la Ciudad Vieja y la mezquita de Al Aqsa, a la que se llega en un corto paseo.

Desde 2015, lucho para mantener mi hogar, que es una de las 87 viviendas de las que la organización de colonos israelíes Ateret Cohanim quiere incautarse para establecer otro asentamiento israelí judío en la Jerusalén Oriental ocupada.

Casi el 80% de las personas de estas viviendas son refugiadas de la Nakba, desplazadas por Israel en 1948 de la localidad de A Dawaymeh, cerca de Lydd, algunas proceden de la localidad de Deir Yassin y de los barrios de Al Baq’ah y Al Qatamon en Jerusalén. Toda la población de A Dawaymeh fue expulsada en 1948 por el ejército israelí durante la guerra y ya no existe hoy en día. Toda la población palestina residente en Deir Yassin, Al Baq’ah y Al Qatamon fue desplazada, y los barrios, que forman de Jerusalén Oriental, fueron rebautizados con nombres hebreos.

Ahora, estas personas refugiadas tienen la sensación de hallarse ante una nueva Nakba, pues están siendo expulsadas de nuevo de sus casas y sus tierras, mientras que la ley israelí no les concede el derecho que otorga a los residentes judíos de reclamar cualquier propiedad que les perteneciera antes de 1948.

“Tomen el dinero… ¡Vayan a vivir una vida cómoda!”

Las organizaciones de colonos, que con en muchos casos disfrutan de grandes donaciones de simpatizantes en todo el mundo, se aprovechan de que la vida en Jerusalén sea dura para la población palestina. Su objetivo es apoyar los planes oficiales de las autoridades israelíes, que pretenden mantener una ratio demográfica de 70% de población judía y 30% de población palestina entre las personas que residen en Jerusalén. La vida bajo la ocupación significa que las fuerzas y los colonos israelíes entran con frecuencia en nuestras comunidades, perturban nuestra paz y amenazan nuestra seguridad. Jerusalén es también una ciudad cara, y ante el escaso desarrollo de oportunidades de vivienda para ellos a cargo del municipio, a la población palestina le resulta difícil hacer frente a unos precios de los bienes inmuebles que no cesan de aumentar.

Antes de presentar la demanda ante el tribunal, representantes de Ateret Cohanim emplearon una táctica habitual de las organizaciones de colonos en Jerusalén. Ofrecieron a mi familia una cantidad considerable de dinero por nuestra modesta vivienda, nos presentaron un cheque abierto y propusieron cantidades que iban desde uno a 30 millones de shekels. [270.000-8 millones de dólares estadounidenses] “Tomen el dinero y váyanse de aquí. Vayan a vivir una vida cómoda”, dijeron, con la esperanza de que el dinero nos tentara a escapar de las penalidades de la vida en Silwan. También intentaron convencernos de que nos mudáramos a viviendas alternativas, incluso edificios enteros, en otras partes de Jerusalén, pero nosotros queríamos luchar por el hogar en el que atesoramos preciosos recuerdos. 

La causa judicial está abierta desde hace casi una década, y nos agota mental y económicamente. El fallo dictado por el tribunal en enero fue un golpe para nuestro barrio. Ahora tenemos que recaudar fondos para recurrir contra la orden de desalojo.

Las autoridades israelíes ejercen diversas formas de presión sobre las personas que residen en Batn Al Hawa, incluidas fuerza excesiva y detenciones. Hace unos meses, agentes de la policía de fronteras israelí vinieron y me exigieron que les ayudara a localizar a un residente del barrio que, según dijeron, les había insultado y había huido. Cuando expliqué que no tenía manera de ayudarles, irrumpieron en mi casa, causaron daños en mis propiedades y me detuvieron. Me esposaron, me apalearon y me rompieron tres costillas. Apenas pude moverme en aproximadamente tres meses. También agredieron a mi esposa, mi hijo y mi primo, incluso a nuestro gato. Me acusaron de obstruir la labor policial y me detuvieron. Tras ser puesto en libertad al día siguiente, consulte con muchos abogados sobre la posibilidad de presentar una denuncia contra los agentes por su violencia, pero todos me advirtieron que sería inútil, una pérdida de tiempo y dinero.

En otros incidentes, funcionarios municipales me multaron por tener cámaras de vigilancia en mi tejado, o porque tenía un contenedor de basura fuera de la casa. Estas multas absurdas no son casuales; forman parte de un intento sistemático de aumentar la presión sobre nosotros para que nos demos por vencidos y nos vayamos de aquí. Actuaron contra mí por ser el presidente del comité de barrio porque confiaban en que si quebrantaban mi espíritu, esto influiría en todos los demás.

La búsqueda de una mayoría judía en Jerusalén mediante el desplazamiento de la población palestina

Las autoridades israelíes, incluidos el gobierno, el municipio de Jerusalén, El Fondo Nacional Judío y la Autoridad de Naturaleza y Parques, colaboran estrechamente con organizaciones de colonos como Ateret Cohanim y Elad para desplazar regularmente a la población palestina de la ciudad. Silwan es codiciado especialmente por su situación estratégica inmediatamente al sur de la Ciudad Vieja y la mezquita de Al Aqsa. En los barrios de Silwan de Wadi Hilweh, Al Bustan, Wadi Rababah y Batn Al Hawa se han producido desplazamientos masivos mediante apropiaciones de tierras, demoliciones de viviendas, desalojos y expansión de los asentamientos, todo ello en un intento coordinado entre las autoridades israelíes y las organizaciones de colonos.

La situación en la ciudad de Jerusalén, como en otros lugares de Palestina, es más difícil desde que comenzó la guerra contra Gaza en octubre de 2023. Resulta cada vez más difícil organizar protestas o incluso visitas de solidaridad en nuestro barrio, debido a la represión policial y al acoso cada vez mayor de los colonos.

Pero este es mi hogar, y nunca me iré de aquí. Esta es mi convicción. Nuestra vida aquí es difícil, pero a pesar de las penalidades, cuando me asomo a mi terraza y veo la mezquita de Al Aqsa Mosque ante mis ojos, con eso es suficiente. Mis vecinos también comparten mi convicción. Estamos firmemente arraigados en este lugar, nuestras vidas, nuestra infancia, nuestros sueños, y nunca dejaremos de luchar por nuestros hogares.

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