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La policía chilena nos castiga por atrevernos a protestar

Gustavo Gatica

Gustavo Gatica

Estudiante chileno

Mi vida cambió por completo el 8 de noviembre del año pasado.

Soy estudiante de psicología de Santiago, Chile, y mi vida era básicamente la universidad. Fuera de las clases, me gustaba mucho jugar básquetbol, andar en bicicleta y tocar la baja.

Pero aquel día, mientras participaba en una manifestación social masiva, agentes de Carabineros, la Policía Nacional de Chile, me dispararon en ambos ojos, dejándome completamente ciego.

¿Por qué me dispararon? Por ejercer mi derecho a protestar.

Con las movilizaciones sociales que partieron el 18 de octubre de 2019 buscábamos cambiar un modelo estructural que se basa en la desigualdad. Las protestas empezaron por el aumento del costo del transporte público, pero esto fue la gota que derramó el vaso, después de décadas de injusticias. Salimos a las calles para cambiar eso, para exigir acceso más igualitario a la salud y la educación, y mejores pensiones. 

La intención de las autoridades fue clara: hacernos daño como castigo por atrevernos a protestar.

Pero siempre existe cierto peligro cuando sales a la calle a exigir tus derechos en Chile. No tienes la certeza de que vayas a volver sano a la casa. Cuando sales a protestar, a pesar de que estés preparado con casco y máscara para el gas lacrimógeno, e incluso traes bicarbonato y limón para contrarrestar sus efectos, no hay como protegerte de las municiones que disparan con sus escopetas los carabineros.

Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, al menos cuatro personas murieron a manos de las fuerzas de seguridad durante las primeras seis semanas del estallido social, y más de 12.500 resultaron lesionadas. Amnistía Internacional ha documentado cómo dispararon deliberadamente hacía la parte alta del cuerpo de quienes nos manifestábamos, impactándonos con balines y bombas lacrimógenas y ocasionando al menos 460 casos de lesiones oculares hasta el final de las protestas masivas en marzo.

Desde entonces, mucha gente se ha acercado a ofrecerme ayuda desde diferentes áreas y se ha creado una red gigante de personas. Estoy muy agradecido por todas las muestras de apoyo y solidaridad que he recibido. Esto me da la fuerza para seguir adelante.

Siempre me ha parecido importante la búsqueda de justicia, verdad y reparación para las víctimas de violaciones de derechos humanos durante la última dictadura militar del siglo pasado en Chile y hoy en día creo que es muy importante formar estas redes de apoyo para luchar por la justicia de nuevo. 

Las autoridades me han estado informando sobre cómo van con la investigación. Sin duda se estaban demorando mucho, pero en agosto, después de nueve meses, detuvieron a Claudio Crespo, teniente coronel de Carabineros, como presunto autor de mis lesiones. Estoy contento de que se haya avanzado en este sentido y ahora esperamos que el sistema de justicia haga su trabajo, y procese también a quienes permitieron que día tras día, los carabineros salieran a dispararnos.

Me gustaría agradecer a Amnistía Internacional porque su apoyo fue súper importante para el avance de mi caso. La solidaridad internacional es crucial ya que al parecer el gobierno está más preocupado por la opinión y la presión que viene desde el extranjero, que la de su propia gente. En este sentido me parece fundamental el apoyo de organismos internacionales porque ponen el foco en lo que están pasando en Chile.

Me ha costado mucho trabajo acostumbrarme a haber perdido la visión. Durante los primeros días me era difícil tomar el tenedor para comer. He tenido que aprender todos estos procesos de nuevo, pero con el tiempo voy adquiriendo esas habilidades para poder continuar con mi vida. Hoy puedo hacer cosas como cocinar –quizás lo haga mal, pero puedo hacerlo– e incluso estoy aprendiendo a tocar la batería y el piano.

Lo más difícil ha sido usar el bastón y salir a la calle. Es estresante por el ruido y el ambiente. Sin embargo, en marzo volví a marchar por primera vez en la misma plaza donde me dispararon. Fue súper importante para mí y fue emocionante sentir el cariño de la gente. Muchas personas me daban las gracias, se sintió extraño pero bonito.

He pasado los últimos meses encerrado con mi familia, por la pandemia. Hemos salido lo menos posible para cuidarnos, pero lamentablemente en Chile la represión no se ha detenido. Están los militares en la calle, se supone que es para ayudar a prevenir el contagio del coronavirus, pero andan con sus metralletas y sus escopetas. Aún no me hace sentido que esto pase en Chile. No sé cuál sea la función que cumple un militar en la calle con sus armas de fuego durante una crisis de salud.

Los militares llegan a las manifestaciones, pero no están preparados para mantener el orden público, al contrario, están preparados para la guerra. De hecho, unos meses atrás, le dispararon a un hombre y a él también le ocasionaron trauma ocular, entonces lamentablemente estas cosas han seguido pasando durante la pandemia. No hay un cambio de postura por parte del gobierno frente a las violaciones de derechos humanos.

Lo que me da optimismo por el futuro del país es el plebiscito para cambiar la Constitución. No va a cambiar las cosas de un día para otro, pero creo que va a ser un gran avance. La nueva Constitución tiene que ser fundamentada en el respeto y la garantía para los derechos humanos. También necesitamos una reestructuración total de la institución de Carabineros. No podemos permitir que sigan violentándonos.

Yo siempre estaré dispuesto a apoyar en lo que sea necesario a otras personas que hayan sufrido violencia estatal. Una tragedia como la que vivimos no debería haber pasado. Lo que queda es seguir exigiendo justicia y reparación en todos los casos de violaciones de derechos humanos. Tenemos que seguir atentos a los procesos judiciales para que los responsables materiales y los responsables políticos enfrenten la justicia.

La represión que hemos vivido en Chile durante el último año no debe repetirse jamás.

El caso de Gustavo Gatica es parte de Escribe por los Derechos 2020, una campaña anual de Amnistía Internacional, el evento de activismo por los derechos humanos más grande del mundo.

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