Foto: ©Ahmed Jihad Ibrahim Al-arini/Anadolu via Getty Images.
“Israel está llevando a cabo una campaña deliberada de hambre en la Franja de Gaza ocupada que destruye sistemáticamente la salud, el bienestar y el tejido social de la vida palestina”, ha declarado hoy Amnistía Internacional, que da a conocer escalofriantes nuevos testimonios de civiles víctimas del desplazamiento y del hambre. Estos testimonios ponen de relieve las reiteradas conclusiones de la organización de que la combinación letal de hambre y enfermedad no es un desafortunado daño colateral de las operaciones militares de Israel, sino el resultado previsto de los planes y políticas que Israel ha diseñado e implementado en los últimos 22 meses para infligir deliberadamente a la población palestina de Gaza unas condiciones de vida calculadas para causar su destrucción física como parte integrante del genocidio israelí en curso de dicha población palestina en Gaza”.
“Mientras las autoridades israelíes amenazan con lanzar una invasión terrestre a gran escala de la Ciudad de Gaza, los testimonios que hemos recabado son mucho más que relatos de sufrimiento: son una punzante denuncia de un sistema internacional que ha concedido a Israel licencia para torturar a la población palestina con impunidad casi total durante décadas”, ha declarado Erika Guevara Rosas, directora general de Investigación, Incidencia, Política y Campañas de Amnistía Internacional.
“Para empezar siquiera a revertir las devastadoras consecuencias de las inhumanas políticas y acciones de Israel que han convertido la hambruna masiva en una cruda realidad en Gaza, debe haber un levantamiento inmediato e incondicional del bloqueo y un alto el fuego sostenido. El impacto del bloqueo de Israel y de su genocidio en curso en la población civil, sobre todo en niños y niñas, personas con discapacidad, personas que sufren enfermedades crónicas, personas mayores, y mujeres embarazadas y lactantes, es catastrófico y no se puede deshacer aumentando sin más el número de camiones de ayuda humanitaria o restableciendo los efectistas, ineficaces y peligrosos lanzamientos aéreos de ayuda”.
“Hay que equipar a los centros sanitarios con el material y los equipos que necesitan para funcionar. Hay que liberar a la población civil de la amenaza constante del desplazamiento masivo. Hay que permitir que organizaciones humanitarias fiables entreguen ayuda y ofrezcan cobijo de forma segura y sin restricciones arbitrarias, y de un modo que respete la dignidad y la humanidad de la población civil. Lo que es más urgente: hay que detener cualquier plan que afiance la ocupación de Gaza o intensifique la ofensiva militar”.
“Mientras millones de personas en todo el mundo siguen saliendo a la calle para protestar y los dirigentes mundiales adoptan posturas retóricas, la campaña deliberada y sistemática de hambre de Israel sigue infligiendo un sufrimiento insoportable a toda una población. Se está permitiendo que los niños y niñas palestinos se consuman, lo que obliga a las familias a tomar una decisión imposible: oír impotentes el llanto de sus demacradas criaturas que suplican comida o correr el riesgo de morir o sufrir heridas en la búsqueda desesperada de ayuda”.
En las últimas semanas, Amnistía Internacional ha entrevistado a 19 personas palestinas que residen actualmente en tres campamentos improvisados para personas internamente desplazadas, así como a dos profesionales de la medicina que tratan a niños y niñas desnutridos en dos hospitales de la Ciudad de Gaza.
Al 17 de agosto, el Ministerio de Salud de Gaza había registrado la muerte de 110 niños y niñas por complicaciones relacionadas con la desnutrición.
En una alerta publicada el 29 de julio de 2025, la Clasificación Integrada en Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC) advirtió de que se habían alcanzado los umbrales de hambruna para el consumo de alimentos en la mayor parte de Gaza, y concluía que ya se está produciendo la peor situación posible para la hambruna y que seguirá aumentando el número de personas —niños y niñas incluidos— que mueren de inanición. Esta alarmante realidad quedó reflejada en los datos recogidos por el Grupo de Nutrición, según el cual en julio se registró el ingreso para recibir tratamiento de casi 13.000 casos de desnutrición aguda de niños y niñas, la cifra mensual más alta desde octubre de 2023. Al menos 2.800 (el 22%) de ellos eran casos de desnutrición aguda grave.
Las autoridades israelíes han exacerbado aún más las condiciones inhumanas creadas por sus políticas al seguir obstaculizando la labor de la mayoría de las principales organizaciones humanitarias y agencias de la ONU en el interior de Gaza, incluso rechazando reiteradamente sus peticiones de llevar ayuda para la supervivencia en Gaza. Estas restricciones arbitrarias van acompañadas de la introducción de nuevas normas sobre la inscripción en registro de ONG internacionales que, de ser implementadas, prohibirán totalmente a estas organizaciones operar en el Territorio Palestino Ocupado (TPO).
“La mayoría de las familias de Gaza han llegado al límite. Ya han agotado los escasos recursos que tenían y dependen totalmente de la ayuda humanitaria. Las restricciones que imponen las autoridades israelíes a la labor de las principales organizaciones humanitarias y sus amenazas de prohibirlas efectivamente privan a estas familias de su único salvavidas”, afirmó Erika Guevara Rosas.
“Siento que he fallado como madre”: El impacto en las mujeres embarazadas y madres lactantes
El impacto combinado de las políticas israelíes de hambruna masiva, desplazamientos forzados múltiples y restricciones al acceso a ayuda para la supervivencia es especialmente devastador para las mujeres embarazadas y las lactantes. De las 747 mujeres embarazadas y lactantes que evaluó Save the Children en sus clínicas durante la primera mitad de julio, 323 (el 43%) sufrían desnutrición.
Las mujeres embarazadas y lactantes entrevistadas por Amnistía Internacional hablaron de la escasez extrema de artículos indispensables para la supervivencia, la angustiosa realidad de estar embarazada o de ser madre primeriza cuando se vive en una tienda en el calor extremo del verano, y la desesperada lucha diaria por conseguir comida, fórmula para bebés y agua sin contaminar. También hablaron de su sentimiento de culpa por no mantener a sus hijos e hijas, el temor sobre quién los cuidará si las matan y la ansiedad por el impacto de la desnutrición en el crecimiento y el bienestar de sus criaturas.
S (no se revela el nombre completo por petición expresa suya), enfermera desplazada desde Yabalia al campo de Al Taqwa para personas internamente desplazadas en Sheikh Radwan, Ciudad de Gaza, contó las dificultades que afronta a diario para atender a su niño de dos años y su niña de siete meses. Huyó para salvar la vida de sus criaturas; tuvo que elegir entre el desplazamiento y la muerte. Dijo que el hambre se hizo palpable a finales de abril, lo que la obligó a quedarse sin comer para dar las escasas raciones de comida a sus criaturas. La leche materna empezó a disminuir gravemente a finales de abril y, sin acceso a extractores de leche y un acceso muy limitado a suplementos maternos, destacó el dolor físico y emocional de intentar amamantar a su bebé durante horas, pero “no salía leche”. La comida diaria de la familia, cuando hay, consiste en un plato compartido de lentejas o berenjenas con agua, y S da prioridad a su hijo. Sus criaturas se duermen “llorando de pura hambre”. La fórmula para bebés, escasa en toda Gaza, se vende a unos 270 séqueles (79 dólares estadounidenses) el suministro para tres días y es inasequible. Su hija de siete meses pesa como un bebé de cuatro meses. Incluso a este precio exorbitante, las familias dicen que hay escasez de fórmula para bebés en el mercado.
Cuando la cocina comunitaria del campo, su única fuente de alimentos, dejó de repartir comida durante tres días seguidos, S sólo pudo dar agua a sus criaturas. Su esposo fue herido cuando buscaba ayuda cerca del cruce fronterizo de Zikim, por lo que le rogó que no volviera a ir. Su hijo, debilitado por el hambre, “caminaba y se caía”. “Siento que he fallado como madre; el hambre de tus criaturas te hace sentir que eres una mala madre”.
La lucha para cubrir necesidades básicas va más allá de la comida. Los pañales son inalcanzables, lo que obliga a S a rasgar su ropa para improvisarlos, y es imposible lavarlos debido a la falta de agua no contaminada resultado de la destrucción o graves daños de los sistemas de agua y saneamiento de Gaza. La tienda en la que vive con su esposo y sus dos criaturas está infestada de ratas, mosquitos y cucarachas. Su bebé sufrió una infección cutánea bacteriana que no puede tratar porque no hay antibióticos ni pomadas.
El personal de ayuda humanitaria de dos organizaciones que habló con Amnistía Internacional a condición de permanecer en el anonimato dijo que la entidad de Coordinación de las Actividades en los Territorios (COGAT) —unidad del Ministerio de Defensa israelí que se ocupa de tramitar las peticiones para la coordinación y aprobación de la entrada de suministros— había denegado las peticiones de sus organizaciones de introducir antibióticos.
Las mujeres embarazadas entrevistadas por Amnistía Internacional también hablaron del daño mental que causa la hambruna, como el trauma, la culpa y la vergüenza. Hadeel, de 28 años, madre de dos criaturas y embarazada de cuatro meses, habló de su miedo por el feto porque apenas nota sus movimientos o el latido de su corazón dentro de ella. Se siente culpable de su embarazo, sabiendo que no puede alimentarse: “Tengo miedo de sufrir un aborto, pero también pienso en mi bebé: Me da pánico pensar en el posible impacto de mi propia hambre en la salud del bebé, su peso, si tendrá [defectos congénitos] e, incluso si el bebé nace sano, la vida que le espera en medio del desplazamiento, las bombas, las tiendas…”.
Teme dar a luz en estas condiciones, pues recuerda la atención prenatal integral, las vitaminas y las pruebas médicas que la Agencia de las Naciones Unidas para la Población Refugiada Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) le facilitó durante sus embarazos anteriores y que ahora son totalmente inexistentes. Las criaturas de Hadeel piden constantemente comida, un lugar donde jugar y la escuela. Varias mujeres entrevistadas por Amnistía Internacional para esta investigación y otras anteriores explicaron que habían tomado la decisión de no concebir a pesar de que deseaban desesperadamente una criatura, debido a las condiciones de vida y a los bombardeos en Gaza.
Las entrevistas de Amnistía Internacional con personas palestinas desplazadas en tres campamentos para personas internamente desplazadas de la Ciudad de Gaza revelan que la terrible situación es igual para toda la población. Ninguna de ellas había consumido huevos, pescado, carne, tomates o pepinos durante al menos un mes; la mayoría llevaba meses sin probar estos alimentos. Esta escasez generalizada de alimentos frescos y nutritivos es consecuencia tanto del asfixiante bloqueo de Israel como de su destrucción sistemática de fuentes de producción de alimentos —como grandes extensiones de tierras agrícolas y explotaciones avícolas y ganaderas— durante las operaciones militares mediante fuego de artillería, bombardeos aéreos o destrucción mediante cargas explosivas de instalación manual.
Una evaluación realizada por UNOSAT, el centro de satélites de las Naciones Unidas, y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) publicada el 31 de julio, halló que el 86% de los campos de cultivo permanentes de Gaza habían disminuido significativamente en salud y densidad como consecuencia de actividades relacionadas con el conflicto como arrasamientos, bombardeos, ataques con artillería y maquinaria pesada.
En mayo de 2025, Amnistía Internacional documentó la aniquilación total de lo que quedaba de Khuza’a, al este de Jan Yunis, donde está parte de las tierras de cultivo más fértiles de Gaza. La falta de acceso a las tierras de cultivo o los daños graves y la destrucción causados a éstas han hecho que el rendimiento de los cultivos sea escaso y que las verduras, cuando las hay, se vendan a precios astronómicos, por lo que quienes viven allí dependen casi totalmente de los muy limitados suministros que permite entrar Israel. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indicó el 13 de agosto que los precios de muchos artículos siguen fluctuando basándose en la especulación y no en su disponibilidad real. Un kilo de tomates costaba casi 80 séqueles (23 dólares estadounidenses) el 14 de agosto, 20 veces más que antes del 7 de octubre de 2023. Tras la aprobación por las autoridades israelíes de un mecanismo para la entrada limitada de algunos productos comerciales en Gaza a través de comerciantes seleccionados, los precios de algunos artículos —como el azúcar, los dátiles, algunos alimentos enlatados y la harina— habían bajado, pero siguen siendo casi diez veces más caros que antes del 7 de octubre.
Los pescadores también tienen restringida su zona de actuación a un área pequeña y peligrosa cerca del puerto donde corren el riesgo de ser bombardeados o detenidos cuando salen a pescar.
“Me he convertido en una carga para mi familia”: El impacto en las personas de más edad
Abu Alaa, un hombre de 62 años desplazado del campo de personas refugiadas de Yabalia, contó su experiencia de recibir sopa de lentejas de la cocina comunitaria como única comida para todo el día. Dijo que se reparte pan sólo un día a la semana, lo que obliga a la familia a racionarlo, y que lleva meses sin probar nada dulce, ni siquiera fruta. “Puedo tolerar el hambre, pero las criaturas no pueden”, dijo.
Abu Alaa espera con impaciencia que la UNRWA reanude el reparto de ayuda, pues confía en su sistema equitativo y justo basado en el tamaño de las familias. Habló de los peligros de los tumultos que hay ahora para conseguir ayuda: “Antes nos ayudábamos mutuamente, sobre todo a quienes lo necesitaban. Incluso al principio de esta guerra; ahora la gente se deja arrastrar por el instinto individual de supervivencia”.
Nahed, de 66 años, dijo a Amnistía Internacional que el tumulto para conseguir comida cerca de las rutas de la ayuda “niega a la gente su humanidad”. Contó: “Tenía que ir allí porque no tengo nadie que se ocupe de mí. Vi con mis propios ojos a gente que llevaba sacos de harina manchados con la sangre de quienes acababan de ser tiroteados; incluso personas a las que conocía eran casi irreconocibles. La experiencia del hambre y la guerra ha cambiado totalmente Gaza, ha cambiado nuestros valores”.
Las personas de más edad también son algunas de las más afectadas por el desplazamiento.
Aziza, de 75 años, contó a Amnistía Internacional que deseaba morir:
“Siento que me he convertido en una carga para mi familia. Cuando nos desplazaron, tuvieron que empujarme en una silla de ruedas. Con las colas tan largas para usar el aseo en el campo donde estamos, necesito pañales para personas adultas, que son muy caros. Necesito medicación para la diabetes, la tensión arterial y una dolencia del corazón, y he tenido que tomar medicamentos que han caducado. Siempre siento que estas criaturas, que ellas son quienes merecen vivir, mis nietos y nietas. Siento que soy una carga para ellos, para mi hijo”.
“Una destrucción de múltiples capas entrelazadas”: Una mezcla letal de hambre y enfermedad
Un médico de urgencias del hospital de Al Shifa, de la Ciudad de Gaza, mostró un panorama sombrío. Entrevistado por Amnistía Internacional el 24 de julio, subrayó que las personas en situación de mayor riesgo —bebés, niños y niñas con problemas de salud preexistentes, personas de más edad y quienes tienen una discapacidad— se ven afectadas de forma desproporcionada por los efectos combinados de la falta de comida, de medicamentos, de agua sin contaminar y de higiene. Esta escasez se ve agravada por el estado constante de miedo y angustia.
El médico subrayó que gran número de pacientes vivirían “una vida razonable” de no ser por la “combinación de hambre, destrucción y agotamiento del sistema sanitario, de las condiciones insalubres y de los múltiples desplazamientos en condiciones inhumanas”.
La falta de alimentos nutritivos concretos está causando complicaciones de salud fácilmente evitables. Una persona adolescente que recibió un trasplante de riñón, por ejemplo, sufrió una recaída debido al agua contaminada y alimentos insuficientes. Quienes padecen diabetes, que podrían gestionar su dolencia con dietas estrictas, tienen ahora graves dificultades debido a la falta de alimentos ricos en nutrientes como verduras, pescado, pollo y legumbres, y a la escasez de suministros médicos.
El facultativo dijo que la hambruna masiva extrema ha eclipsado otras emergencias sanitarias, en concreto, el aumento alarmante de enfermedades infecciosas y de transmisión hídrica, de la meningitis y del síndrome de Guillain-Barré. Añadió que la gran escasez de antibióticos y la carga extrema que sufre su hospital, que sólo funciona parcialmente, han agravado lo que calificó de “catástrofe invisible”. Explicó que la propagación de enfermedades o las personas que padecen dolencias crónicas que antes se trataban a menudo pasan desapercibidas debido a esta “preocupación exclusiva por la cantidad de comida que llega, sin ver el panorama completo”.
El síndrome de Guillain-Barré es una enfermedad neurológica poco frecuente y potencialmente mortal en la que el sistema inmunitario empieza a atacar al sistema nervioso periférico. El síndrome es desencadenado por infecciones virales como las que provocan diarrea y puede afectar a todos los sentidos, causar debilidad muscular y afectar a la respiración y al ritmo cardiaco, y podría desembocar en parálisis. Según el Ministerio de Salud, a fecha 12 de agosto de 2025 se habían registrado 76 casos de síndrome de Guillain-Barré, todos en julio y agosto. De estos casos, el síndrome había causado la muerte de cuatro personas palestinas, dos de ellas menores de edad.
Debido al bloqueo de Israel, en Gaza no hay inmunoglobulina intravenosa, la medicación principal necesaria para tratar el síndrome de Guillain-Barré. Si la enfermedad avanza, llegando incluso a los músculos respiratorios, y causa insuficiencia respiratoria, la persona afectada necesitará intubación. Para un sector sanitario diezmado ya y desbordado por eventos diarios con gran número de víctimas, la capacidad para tratar esta mezcla de hambre y enfermedad es sumamente limitada.
Las consecuencias para pacientes y personal sanitario son igualmente nefastas. Las heridas tardan mucho más en curar, lo que hace que individuos moderadamente heridos soporten estancias hospitalarias prolongadas porque su cuerpo es demasiado débil debido a la falta de alimentos adecuados. El médico de urgencias de Al Shifa calificó la situación de “destrucción de múltiples capas entrelazadas” en la que un hospital devastado como Al Shifa —antaño el mayor hospital de Gaza y que ahora funciona apenas tras [sufrir] dos importantes ataques israelíes en noviembre de 2023 y marzo de 2024— se ve obligado a luchar contra el hambre, la destrucción de la infraestructura, los bombardeos constantes y el riesgo de que haya más desplazamientos en tiendas antihigiénicas. El doctor dijo a Amnistía que esta situación de crisis constante y generalizada está dejando exhausto al personal médico.
“Una situación que ya es catastrófica corre el riesgo de convertirse en un horror aún mayor si Israel implementa su plan de lanzar una invasión terrestre a gran escala de la Ciudad de Gaza. Una operación militar de este calibre infligiría un golpe devastador e irreversible a los dos centros de estabilización de la desnutrición que funcionan en la ciudad y a unas instalaciones sanitarias diezmadas”, concluyó Erika Guevara Rosas.
Tras la aprobación por el gabinete israelí del plan de afianzar la ocupación de Gaza con el lanzamiento de una ofensiva contra la Ciudad de Gaza, una persona desplazada interna del campo para personas refugiadas de Yabila dijo: “Ya me han desplazado 14 veces durante esta guerra; ya no me quedan fuerzas para seguir huyendo; no tengo dinero para llevar a mis dos hijos con discapacidad. Me duelen los músculos, el agotamiento me impide caminar y mucho menos llevar a mis hijos. Si van a atacar la ciudad, nos sentaremos aquí mismo a esperar la muerte”.
“Como potencia ocupante, Israel tiene la obligación legal de proteger y atender a la población civil, lo que incluye facilitar la entrada de suministros esenciales para su supervivencia, la distribución sin riesgos y digna de ayuda, y el acceso sin trabas a alimentos y suministros médicos en toda Gaza. El hambre nunca debe utilizarse como arma de guerra y la UNRWA y otras agencias de la ONU y organizaciones humanitarias deben tener acceso seguro y sin restricciones a toda Gaza”.
“El mundo no puede seguir dando palmaditas en el hombro a Israel por el goteo de la ayuda y considerar estas medidas cosméticas una respuesta suficiente a su destrucción calculada de la vida de la población palestina de Gaza”, concluyó Erika Guevara Rosas.
“Ante los horrores que está infligiendo Israel a la población palestina de Gaza, la comunidad internacional, especialmente los aliados de Israel, como la Unión Europea y sus miembros, deben cumplir sus obligaciones morales y legales de poner fin al genocidio en curso de Israel. Los Estados deben suspender con carácter de urgencia todas las transferencias de armas, adoptar sanciones selectivas y poner fin a cualquier relación con entidades israelíes cuando ésta contribuya al genocidio de Israel contra la población palestina de Gaza”.
Información complementaria
Esta investigación está basada en la reciente documentación por Amnistía Internacional del impacto de políticas y prácticas israelíes concretas, como el asedio total impuesto durante 78 días entre marzo y mayo, y la sustitución del antiguo sistema de ayuda humanitaria dirigido por la ONU por un mecanismo de ayuda no neutral, mortal y degradante encabezado por la “Fundación Humanitaria de Gaza” respaldada por Estados Unidos e Israel, que han ahondado aún más el sufrimiento de la población civil de Gaza.