La rápida aparición en 2020 de vacunas eficaces contra la COVID-19 dieron esperanza al mundo en los días más lúgubres de la mortífera pandemia. Garantizar el acceso a la vacuna al máximo número de personas en el plazo más breve posible es la vía más eficaz para salir de esta inaudita crisis de salud y derechos humanos.
Las pocas empresas que desarrollaron estas vacunas a una velocidad récord podrían —y deberían— haber desempeñado un papel heroico, suministrando las dosis de manera equitativa en todo el mundo y tomando todas las medidas necesarias para incrementar la producción.
En este informe se evalúa lo que los principales fabricantes occidentales realmente hicieron y se busca el origen de las decisiones empresariales que beneficiaron a un pequeño número de países ricos al tiempo que impedían que otros fabricantes produjeran sus propias vacunas. Esta situación dio lugar a una previsible —y artificial— escasez de vacunas para el resto del mundo.
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