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Los derechos humanos en 2023: regreso al pasado del “nunca más”

Por Agnès Callamard (@AgnesCallamard)

Por Agnès Callamard (@AgnesCallamard)

Secretaria general de Amnistía Internacional

Jamás pensé que el estado de los derechos humanos me llevara a hacer referencia a la película de ciencia ficción Volver al futuro (Back to the Future). Y sin embargo, así es. Un mundo que retrocede en el tiempo hasta antes de 1948 y su promesa de derechos humanos universales, mientras al mismo tiempo avanza cada vez más rápido hacia un futuro dominado por las grandes empresas tecnológicas y por una inteligencia artificial generativa (IA) totalmente desregulada.

En 2023, el centro de investigación de ciencia política V-Dem concluyó que el número de personas que viven en democracias (definidas en términos generales como países en los que hay Estado de derecho, controles del poder legislativo y el judicial sobre el ejecutivo y respeto por las libertades civiles) había retrocedido a los niveles de 1985, es decir, a niveles anteriores a la caída del Muro de Berlín, la excarcelación de Nelson Mandela y el final de la Guerra Fría, acontecimientos estos que despertaron la esperanza de que estaba a punto de comenzar una nueva era para la Humanidad.

Refugiados olvidados: Crisis humanitaria en Gaza y el fracaso de la comunidad internacional

Manifestación en Túnez para protestar contra el racismo. © Hasan Mrad/DeFodi Images vía Getty Images

Pero la nueva era duró demasiado poco y hoy podemos darla por concluida. En 2023 aumentaron la señales que indicaban su final. En muchos gobiernos y sociedades se filtraron prácticas e ideas “autoritarias”. De norte a sur y de este a oeste, políticas autoritarias erosionaron la libertad de expresión y de asociación, atacaron la igualdad de género y menoscabaron los derechos sexuales y reproductivos.

La reacción contra los derechos de las mujeres y la igualdad de género se intensificó en 2023 y puso en peligro muchos de los avances de los 20 años anteriores.

Irán bajo escrutinio internacional: Aumento de ejecuciones y represión en 2023

Protesta de Amnistía Internacional contra la ejecuciones en Irán. © Pierre Crom/Amnesty International

En Afganistán, ser mujer o niña está penalizado de facto. En 2023, los talibanes promulgaron decenas de decretos oficiales con el objetivo de hacer desaparecer a las mujeres de la vida pública. Algo similar ocurrió en Irán, donde las autoridades continuaron con su brutal represión de las protestas “Mujer, Vida, Libertad” y emitieron comunicados oficiales llenos de odio en los que decían que las mujeres que no llevaban velo eran un “virus”, una “enfermedad social” y una “perturbación”.

En Estados Unidos, 15 estados aplicaron la prohibición total —o con excepciones sumamente limitadas— del aborto, lo cual afectó de forma desproporcionada a las personas negras y de otros grupos racializados. En Polonia, al menos una mujer murió al negarle la ley los servicios de aborto que precisaba. Uganda aprobó una dura ley contra las personas homosexuales, y en Estados Unidos dirigentes sociales y políticos promovieron también discursos, políticas y normativas contra las personas trans.

Aunque el mundo nunca ha sido tan rico como ahora, el Banco Mundial calificó 2023 como “el año de la desigualdad”. En escenarios tan diversos como Reino Unido, Hungría o India, las personas que defendían los derechos económicos y sociales figuraron entre las más atacadas de las que ejercían el activismo. Los activistas contra el cambio climático fueron calificadas de “terroristas” por denunciar a los gobiernos que aumentaban la producción de combustibles fósiles y la inversión en ellos. Se silenció y se detuvo arbitrariamente a quienes criticaban la gestión de la economía por parte de los gobiernos en Oriente Medio y a los sindicatos en Asia y Oceanía, al igual que a quienes luchaban contra la corrupción en África Occidental.

¿Regreso a antes de 1948?

Crisis humanitaria en Gaza: Desplazamiento masivo y destrucción

Un hombre lleva una bombona de gas propano a la espalda mientras camina entre los escombros y la destrucción en una calle del campo de refugiados palestinos de Jabalia, en la ciudad de Gaza, el 11 de octubre de 2023.© Madmud Hams/AFP vía Getty Images

En 2023 nuestra metafórica máquina del tiempo también nos llevó a un momento muy anterior a 1985, en un descenso a los infiernos cuyas puertas habían sido cerradas a cal y canto en 1948. El mundo dijo entonces “nunca más” tras una guerra mundial en la que habían muerto 55 millones de civiles, cuando se enfrentó al atroz horror del Holocausto, en el que fueron exterminadas seis millones de personas judías y millones de otras más.

Sin embargo, las bases morales y jurídicas de ese “nunca más” se quebraron en mil pedazos en 2023. Tras los atroces crímenes perpetrados por Hamás el 7 de octubre, en los que murieron más de 1.000 personas —la mayoría civiles israelíes—, resultaron heridas miles más y unas 245 fueron tomadas como rehenes o cautivas, Israel inició una campaña de venganza que se convirtió en un castigo colectivo. Una campaña de bombardeos deliberados e indiscriminados contra la población civil e infraestructuras de carácter civil, de negación de ayuda humanitaria, y de hambruna programada.

Al acabar 2023, un total de 21.600 palestinos y palestinas, la mayoría civiles, habían muerto en el implacable bombardeo de Gaza, y miles más habían desaparecido y se creía que se hallaban bajo los escombros. La mayoría de la infraestructura civil de Gaza ha quedado destruida y casi 1,9 millones de palestinos y palestinas han tenido que desplazarse internamente y se han visto privados de acceso a alimentos, agua, refugio, saneamiento y asistencia médica adecuados.

Actualmente, ser una persona palestina en Gaza equivale a sumergirse en una versión mucho más violenta y destructiva de la “Nakba” (“catástrofe”) de 1948, cuando más de 750.000 personas palestinas fueron sometidas a desplazamiento forzoso.

Desesperación en Gaza: La tragedia humanitaria desencadenada por el conflicto de 2023

Una mujer palestina inspecciona los escombros de su casa destruida por el ejército israelí, Gaza. © Omar El Qattaa/Amnesty International

Para millones de personas en todo el mundo, Gaza es ahora el símbolo del absoluto fracaso moral de muchos de los artífices del sistema posterior a la Segunda Guerra Mundial: su fracaso a la hora de mantener el compromiso absoluto con la universalidad, con nuestra humanidad común y con nuestro “nunca más”. Se ha faltado a los principios consagrados en la Carta de la ONU, los Convenios de Ginebra, la Convención sobre el Genocidio y el derecho internacional de los derechos humanos. En el caso de las autoridades israelíes, esto resulta meridianamente claro. Pero no es sólo Israel. También Estados Unidos ha desempeñado un papel destacado, al igual que algunas de las figuras que lideran Europa y las autoridades de la UE. Y lo mismo puede decirse de quienes continúan enviando armas a Israel, quienes no han denunciado sus constantes violaciones de derechos humanos y quienes han rechazado los llamamientos para un alto el fuego.

Su conducta es un ejemplo del doble rasero que Amnistía Internacional lleva tantos años denunciando. Pero esta vez esos poderosos agentes han ido más allá, han demostrado que están dispuestos a poner en peligro la totalidad del orden basado en normas de 1948, han desmontado los principios en los que se basan nuestra humanidad y universalidad comunes y, con ello, han desmantelado nuestra capacidad global de evitar lo peor.

Y todo ello se ha producido después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, que constituye una violación de la Carta de las Naciones Unidas y menoscaba el Estado de derecho internacional. La agresión de Rusia ha seguido manifestándose en los ataques deliberados contra la población civil, la muerte de miles de personas y la destrucción generalizada de infraestructuras civiles, como los almacenes de grano de Ucrania y sus instalaciones de exportación.

También China, otro miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha vulnerado el derecho internacional al proteger al ejército de Myanmar y su ataques aéreos ilegítimos, al seguir ejerciendo sus prácticas de detención y tortura, y al ocultarse del escrutinio internacional por los crímenes contra la humanidad que sigue cometiendo, como contra la minoría uigur.

El futuro que no deseamos

En 2023, el lanzamiento —mucho antes de lo previsto— de ChatGPT-4 y otras herramientas de IA generativa nos propulsó aún más rápido hacia el futuro. A tenor de los abusos relacionados con la tecnología de los que hemos sido testigos en 2023, nuestras perspectivas de futuro son realmente escalofriantes.

La tecnología está facilitando una erosión generalizada de los derechos al perpetuar políticas racistas, permitir la difusión de desinformación y restringir la libertad de expresión. Las grandes empresas tecnológicas ignoraron o minimizaron esos peligros, incluso en contextos de conflicto armado como los de EtiopíaIsrael y los Territorios Palestinos OcupadosMyanmar y Sudán. Con el alarmante crecimiento de los contenidos online incitando a la violencia y demás contenidos nocivos contra las comunidades palestina y judía, en Europa y en Estados Unidos también hubo un notorio incremento de los crímenes de odio antimusulmanes y antisemitas.

Informe Anual 2023: IA y derechos humanos: El impacto negativo de la tecnología en 2023

Logotipo del icono de la red social X mostrado en un smartphone con desinformación en pantalla vista de fondo, en esta ilustración fotográfica. Ilustración fotográfica de Jonathan Raa/NurPhoto vía Getty Images

En 2023, los Estados recurrieron cada vez más a las tecnologías de reconocimiento facial como apoyo a la labor policial en protestas públicas, en eventos deportivos y contra las comunidades marginadas en general y las personas migrantes y refugiadas en particular. Se recurrió a tecnologías abusivas para la gestión de la migración y la vigilancia de fronteras, como tecnologías de externalización de los controles de entrada al territorio, software de análisis de datos, tecnología biométrica y sistemas algorítmicos de toma de decisiones.

A pesar de que desde hace años hay pruebas de que permite la violación de los derechos humanos, el software espía sigue careciendo prácticamente de regulación. En 2023, Amnistía Internacional desveló que el software espía Pegasus se había utilizado contra periodistas y activistas de la sociedad civil en Armenia, India, República Dominicana y Serbia, mientras que empresas radicadas en la UE vendieron software espía a países de todo el mundo. La respuesta del Parlamento Europeo fue aprobar —en noviembre de 2023— una resolución en la que se criticaba la falta de medidas para frenar los abusos del sector.

Sin embargo, si dejamos deambular libremente a tecnodelincuentes con sus tecnologías fraudulentas por el salvaje oeste digital, es probable que este tipo de violaciones de derechos humanos aumenten en 2024, un año electoral histórico. Es el pronóstico de un futuro que ya nos ha alcanzado.

* Extracto del prólogo de Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional al Informe Anual 2023/24. Descárgalo aquí.

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