Torneo amistoso de baloncesto femenino en Noisy-le-SecSec, a las afueras de París, Francia, abril de 2024. Uno de los grupos organizadores, Basket pour toutes, hace campaña para anular la prohibición del hiyab en el baloncesto francés. (Foto: Anna Blus).
Anna Błuś es investigadora de Amnistía Internacional sobre justicia de género en Europa. Está creciendo el entusiasmo con la cercanía de los Juegos Olímpicos de París; sin embargo, en un país que proclama su devoción a la égalité, las atletas musulmanas están siendo excluidas y discriminadas, simplemente porque se niegan a renunciar a su derecho a llevar lo que quieran.
Es sábado y acabo de terminar otro parkrun en el sur de Londres. Me tumbo en la cálida hierba y me estiro. A mi alrededor hay personas de todos los orígenes, identidades raciales, edades y capacidades. Éste es nuestro espacio, donde venimos cada fin de semana y charlamos después de competir entre nosotras hasta la línea de meta. Me siento eufórica, con energía, viva. Correr me ha dado mucho: una salida en momentos de estrés, un refugio del trauma, una forma de superarme a mí misma y, sobre todo, mucha diversión. Me ayudó a encontrar a mi gente y ser parte de una comunidad cuando me mudé a Londres. Pensar que todo esto podrían quitármelo es insoportable.
En los últimos meses, mis marcas han mejorado. He canalizado los sentimientos de rabia e injusticia a través de mis carreras y se las he dedicado a las deportistas de Francia con las que he hablado como parte de mi trabajo con Amnistía Internacional.
Jugadoras de fútbol, baloncesto y voleibol, gimnastas, nadadoras…todas sin poder hacer lo que aman porque son musulmanas y usan hiyab y otras prendas religiosas. Sí, han leído bien: esto es lo que está pasando en Francia, el país que quiere que piensen que defiende los derechos de las mujeres. El mismo país que proclama su devoción a la égalité y que en pocos días acogerá los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Verano de 2024.
En septiembre pasado, la ministra de Deportes de Francia anunció que ninguna atleta que represente al país podrá competir en los Juegos si lleva tocado religioso. Este país, empañado por la islamofobia de género durante décadas, prefiere arriesgarse a perder medallas al discriminar y excluir a deportistas de gran talento de sus selecciones nacionales que permitirles ser plenamente ellas mismas.
Pero no sólo durante los Juegos Olímpicos Francia no quiere ver mujeres visiblemente musulmanas. Varias federaciones deportivas han prohibido el hiyab deportivo hasta en las categorías amateurs y en competiciones regionales. Después de haber entrenado durante años, sobresalido en su deporte, entrenado a otras jóvenes y considerado el deporte como una profesión, se dice a las jóvenes atletas musulmanas que se quiten el hiyab o renuncien a sus sueños.
“Es una forma de violencia.”
Es “muy frustrante, muy humillante”, dice Hélène Bâ, cofundadora del colectivo Basket Pour Toutes, que hace campaña para que se levanten esas prohibiciones. No es infrecuente que los árbitros pidan a adolescentes que se quiten determinadas prendas para poder participar. “Es violencia de género porque […] los árbitros son hombres en su mayoría”, me dice Hélène. “Y por tanto es un hombre quien te dice que te quites la ropa; da igual si es una prenda para cubrirte la cabeza, una camiseta o un vestido, es violencia. […] Se mezclan mucha discriminación y mucha violencia”. Esta violencia de género es también una manifestación de islamofobia, que perpetúa el racismo y la discriminación sistémicos contra las mujeres musulmanas y refleja las consecuencias permanentes de la historia y el legado del colonialismo francés, con profundos efectos negativos especialmente en las mujeres racializadas.
Así describe la jugadora de voleibol Assma su experiencia de verse privada de competir. “Cuando quise inscribirme en una competición femenina —cuenta—, mi entrenadora me dijo que era imposible. Yo le pregunté por qué. Y me contestó directamente: ‘Por lo que llevas puesto en la cabeza’ […] En ese momento no me sentí muy bien, y supe al instante los problemas que me iba a acarrear”.
En Francia existe una norma que prohíbe la indumentaria religiosa en las competiciones de fútbol desde 2006. El colectivo de jugadoras de fútbol que usan hiyab Les Hijabeuses la impugnó ante los tribunales franceses y ahora también ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Hace poco organizaron cerca de París unos “Juegos Olímpicos alternativos”, inclusivos de verdad con todas las personas. Una de sus cofundadoras, Founé Diawara, subrayó lo siguiente a Amnistía Internacional: “Nuestra lucha no es política ni religiosa, sino que se centra en nuestro derecho humano a participar en deportes. Muchas mujeres son excluidas de los campos de fútbol de Francia cada fin de semana únicamente por llevar velo”.
Los hiyab deportivos que cumplen los requisitos de seguridad están autorizados por federaciones deportivas internacionales como la FIFA, la FIBA y la FIVB. De hecho, Francia es el único país de Europa que prohíbe el uso de tocado religioso en deportes como el fútbol, el baloncesto y el voleibol femeninos. Ningún otro país de la región ha establecido en su legislación ni en sus reglamentos de deportes individuales la prohibición de usar tocados religiosos como los que llevan algunas mujeres y niñas musulmanas deportistas.
Discriminación de las mujeres y niñas musulmanas en el deporte
La prohibición es discriminatoria y viola los derechos humanos de las mujeres y niñas musulmanas que usan tocado religioso y practican deporte, incluidos sus derechos a la igualdad, a la libertad de expresión, de asociación y de religión, a la salud, a la autonomía corporal y a la integridad física y psicológica, entre otros. El derecho a participar en deportes remite a todo el espectro de los derechos humanos, por ejemplo, al derecho a participar en la vida cultural, el derecho a la salud, incluida la salud mental, y el derecho a participar en la vida pública y a tomar decisiones sobre el propio cuerpo y la vida privada. Todos estos derechos deben ser respetados y protegidos en todos los casos sin discriminación.
La prohibición del hiyab, dentro y fuera del deporte, es un asunto feminista y una cuestión de justicia racial y de género, así como un motivo de preocupación en materia de derechos humanos. La religión suele ser racializada. La comunidad musulmana en Europa está racializada en categorías que engloban su supuesta raza, etnia y/o nacionalidad, con independencia de su religión y práctica religiosa real. El uso del pañuelo en la cabeza y otras prendas religiosas por las mujeres musulmanas ha sido instrumentalizado y estereotipado negativamente en nuestra región, particularmente en Francia, para demonizarlas y homogeneizar la importancia diversa que dichas prendas tienen para quienes las usan o desearían hacerlo.
Ninguna mujer debe ser obligada a tomar decisiones sobre su ropa o enfrentarse a una elección imposible entre su profesión y su fe, identidad y autonomía. Si no se eliminan las prohibiciones discriminatorias en las categorías amateurs y profesionales, el número de atletas musulmanas —que ya se enfrentan a barreras sistémicas para practicar deporte en Francia— que llegarán a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos será aún más reducido.
Por eso, antes y durante los próximos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París, Amnistía Internacional pide que se ponga fin a estas violaciones de los derechos humanos de mujeres y niñas deportistas. Hacemos un llamamiento a todas las personas que entienden el poder transformador del deporte para que alcen su voz contra la prohibición racista, discriminatoria y nociva del hiyab deportivo. Usen su voz y muestren su solidaridad con las atletas musulmanas de Francia.
Más información: Excelencia, respeto y amistad”: Por qué prohibir el hiyab en el deporte francés desafía los valores olímpicos y los derechos humanos