La protesta pacífica es una manera dinámica y pública de ejercer nuestros derechos humanos. A lo largo de la historia, las protestas han permitido a personas y grupos expresar discrepancias, opiniones e ideas, exponer injusticias y abusos y exigir rendición de cuentas a quienes ocupan el poder. Mediante la movilización colectiva, la creatividad y el desafío, la gente que protesta se convierte en una piedra en el zapato de los poderosos. Ayudando a agitar una estructuras y dinámicas de poder rígidas y que no rinden cuentas, la protesta se ha convertido en un vehículo para promover los derechos humanos.
Amnistía Internacional lleva mucho tiempo trabajando para proteger y ampliar el poder de la protesta en la defensa y la promoción de los derechos humanos. Durante décadas, hemos estado al lado de los movimientos de protesta y hemos participado en acciones colectivas como parte de nuestras campañas de derechos humanos. Estamos aquí para recordar a quienes ocupan el poder que la protesta pacífica es un derecho, no un privilegio, y un derecho que los Estados tienen el deber de respetar, proteger y facilitar. Es por eso por lo que Amnistía Internacional se ha embarcado en una campaña global que hace frente a la agresión generalizada a la capacidad de protestar, poniéndose al lado de todas las personas que se atreven a alzarse y hacer oír su voz.