Causante de una crisis mundial de salud sin precedentes, en diciembre de 2020 la COVID-19 ha ocasionado ya la muerte de 1,5 millones de personas. Ha puesto de manifiesto y agravado desigualdades y ha afectado desproporcionadamente a las poblaciones marginadas. Ha llevado a los gobiernos a aplicar medidas que ponen en riesgo diversos derechos humanos y, a medida que continúa propagándose, amenaza con dejar sin trabajo a la mitad de la fuerza laboral del mundo y con sumir en la pobreza extrema hasta a 150 millones de personas más.
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